jueves, 29 de mayo de 2014

Diario de a bordo. Fin de singladura


Diario de a bordo. Fin de singladura.

Al final de la singladura, el abordado es uno mismo, no en alta mar sino a orillas del gran río de agua dulce. Inesperado, feliz acompañamiento. Acabando rendido en las trampas del amor y en la comunicación fallida. Ahora lo entiendo, en las interpretaciones sesgadas de antiguos y nuevos poemas, lanzados por la borda, depositados en botellas con pergaminos imaginarios para otras playas soñadas. A modo de antología personal de instantes sobre el mar.
Rumbos divergentes. La poesía es sólo poesía y cada uno la interpreta como desee interpretarla, o como pueda.
En los tatuajes del alma, el silencio es la tinta. Los navegantes solitarios siempre encuentran su rumbo. Recala este barco en un astillero llamado naufragio.
Recuerdo del viaje era el propio viaje.
A pesar de todo, la amistad es lo que queda.


"Recuerdo del viaje era el propio viaje.
El pasajero mira el horizonte y se resfría.
Todas las astillas del naufragio en otros mares,
otras islas.
Naufragio también se llama el astillero".




                                                            

viernes, 23 de mayo de 2014

El corazón a pámpanos y la voz si de hormigas


Cuando en Córdoba mayea, también algunos payean. En esta segunda casta me incluyo.

Otros sestean, como el alcalde de Sestao que balcaniza la rumanidad. Ah, si San Jean Luc 

Godard, se diera una vuelta por estos caminos." Adieu Au Langage".



Orson Welles

viernes, 9 de mayo de 2014

La Venus de la poesía (Julio Romero de Torres)


















Vino primero impura. La mantilla era atavismo, un atavismo bordado con adjetivos que dejaban entrever los pronombres. Turbios adverbios animados del deseo.
Vino primero pura, llegó y rasgó tu piel a besos. Era una pasión aliñada de libertad. Como si dejas caer las cartas sobre la mesa y éstas encienden la memoria de toda una tribu. Las infancias, crueles bajo el pálido encerado que embota los oídos o enciende los labios. Yo era otro en un desierto.
Su cuerpo ilumina tanto como nubla los sentidos. Levita en un lecho gris perla, granate y dorado. Es la alquimia carnal de la poesía. Granate de una rosa abierta en el granate mineral de una herida. De unos versos apenas intuidos. O una firmeza del pintor.
Recoge su tocado cordobés. En el arco de los brazos unos ojos invisibles; en el tacto de sus manos la provocación cincelada y sensual. Las rodillas sostienen el bordado misterio de su desnudez. Eros y Tanatos en la estanza dorada del claroscuro. Varias mujeres en un solo retrato.
Como una diosa levita en el lecho, la ingravidez es su frescura y su inocente desparpajo.
El poeta no existe, existe la poesía.




*Para el rostro de “Venus de la poesía” posó Raquel Meyer. El  poeta, de oscuro retratado, su marido.