martes, 29 de octubre de 2013

“Ramón”



Ramón en un velador con una botella de pera, seguramente de una alfarería de La Rambla.



"El Cuello Roto del Cisne".                                                              
Sintonía :  Tom Waits. “ Just anocker”                       


Programa dedicado a  “Ramón”                                                       7-XI-89




Ramón Gómez de la Serna nace en Madrid el 4 de Julio de 1888 y muere en Buenos Aires en 1963.
Fue enterrado en el cementerio de San Justo en Madrid al lado de Larra. Qué convite fáustico, qué festines no celebrarán a medianoche. Cuánta risa esparcida en ese rincón quizás vacío bajo un pedestal luminiscente de palabras.

“No soy un escritor, ni un pensador, soy un mirador. La única facultad verdadera y aérea. Miro y nada más”. Así se definía Ramón. Llevaba en su chaleco un espejo mágico de ver las cosas por vez primera y retratarlas. En las avanzadillas del siglo XX, que se tambalea en la cuna, premonitorio, con el punteo de las ametralladoras sobre las trincheras de Europa.
M. Louis Angstrom. Cara A, 1ª Canción
 
Ahora Ramón nos cuenta sobre la invención de la Greguería:

“La cosa ocurrió en el piso 1º de la casa nº 11 de la calle de La Puebla, en la villa y corte de Madrid. Era un día aplastado por una tormenta de verano. Tenía yo hinchada la frente. Me asomaba al balcón y volvía a  meterme adentro y a sentarme. Vivía aún Don J.O.P., Secretario perpetuo de la Academia, y yo estaba harto de don J.O.P.

Sobre mi mesa, las tijeras, abiertas como cuando los pelícanos abren el pico los días de calor, en el zoológico, estorbaban la idea. Las cerré. Por fin, en una última llamada del balcón en que me di un golpe contra la esquina del diván al salir a buscar lo que estaba entre cielo y tierra, di con la invención de la greguería. Sí… yo quería decir, yo había pensado… recordando el Arno en Florencia… frente a aquella pensión en que habité…
que… la orilla de allá quería estar en la orilla de acá… Eso, ese deseo inaudito pero real…, esa perturbación de la estabilidad de las orilla, ¿qué era…? Era una greguería, y no sabía bien lo que significaba. Fui al diccionario para ver su definición. Y aquel día de escepticismo y cansancio cogí todos los ingredientes de mi laboratorio, frasco por frasco, y los mezclé surgiendo de su precipitado, depuración y disolución radicales, la Greguería”

M: Ella Fiztgerald. Cara A 2ª Canción

Greguería es la mirada sobre un objeto o situación aislada y su relación conceptual con otra dejándonos así cincelada la cosa misma. Ramón llegó a escribir 100.000 desde su estudio en la torre, a la luz de gas de un farol de la calle instalado por él en su habitación, para no tener que salir del cuarto.
M. Louis Angstrom. Cara A, 2ª Canción

En una tasca  suiza Dadá  manifiesta su inconformismo onírico. Ramón, disfrazado de payaso se ríe de sí mismo y nos deja espectadores sordos y ciegos de la pantomima. Organiza banquetes con sus tertulianos del Café de Pombo. Dedicados a Fígaro, a Don Nadie, a Azorín, a sí mismo…
Octavo mandamiento del Café Pombo: “Respetar y temer al espejo sobre todas las cosas, y temer verse en él con la cara cortada de los traidores”.
M. Nina Simone. Cara A 1º Canción

 En 1936 Ramón marcha a Buenos Aires donde morirá en 1963. Pero es rescatado su cuerpo por el Ayuntamiento madrileño de aquel mismo año, que intenta colocarlo en el panteón de hombres ilustres, al lado de generales y políticos. La familia se opone siendo enterrado en el panteón de Larra, gran amigo suyo, aunque tratado sólo a través de su biografía y sus escritos.
No digas nunca: ¡Qué silencio! Di: “No oigo". Era su frase preferida.
M: Miles Davis Cara A. 3ª Canción

Ramón es el niño cubista que sostiene con un dedo todos los ismos en el trapecio de su corbata. Muy abajo, un coro de elefantes aplaude la mano enguantada que tiñe de saliva breves mariposas de silencio.
Ramón en el Madrid de entre-guerras entregado a la escritura que es la mirada entintada, fumando una enorme hebra de tabaco en su pipa de cornucopia. La mano en cabestrillo, esa mano que derrama horas sin minutos, relojes sin ancla o un par de gafas sobre los diminutos vientres de golondrina.
Ramón en la tertulia del Café Pombo, rodeado de discretos con tazas quebradas en los dedos moaré. Mientras, los camareros resbalan con sus patines aterrizando bajo las metáforas. Un tercio de segundo, Ramón estalla en académico y ríe con guturales pañuelos de lunares.
A la tarde, una legión de greguerías salen en cortejo de la calle de La Puebla hacia El Prado para vestir esa desnudez marchita de las estatuas. Derramar frascos de zarzaparrilla abandonados por las modelos a los pies de una Cibeles rebozada de harina.
Los perfectos  y los muchos, solazados van derribando árboles altos de El Retiro con sus tortillas de escayola y rayados batines. Pero Ramón, descifrando la canícula, hace hélice con zapato de charol, mientras un clarinete se desgrana del tumulto, imantado a los dientes del sargento de Túneles. Sólo Ramón, amotinado, recurre a su batuta para que todos los trenes reculen en la estación de Atocha Sólo Ramón sabe de la muerte de los espantapájaros, fusilados por espías.

M: Bil Haley. Cara B 1ª canción

Una docena de greguerías selectas…
M: la Naranja Mecánica. Cara B última Canción

Acordaos:  “No digas nunca ¡Qué silencio!, Di: “No oigo”

M: Georges Benson Car A 1ª Canción 

miércoles, 9 de octubre de 2013

Collar de versos andalusíes





Una cigüeña bajo los arcos de la Mezquita-Aljama. Esa es la lírica evocación que conservo de un poema leído por D. Emilio García Gómez al rematar su discurso bajo el palmeral sosegado. La cóncava circunstancia de sus palabras desplegadas entre las columnas innúmeras, con motivo del XII CENTENARIO..., hoy picotea en mis dedos alargados por la duda. Resuena el inquietante toc-toc oclusivo en la curva dendrítica donde el recuerdo dispone sus lábiles meandros, pliegues de líquido cristal, melifluo y poliédrico, moldeable como cera templada, huidizo, recurrente y selectivo.      
Sería arriesgado detallar las imágenes evocadas aquella tarde lluviosa (tal vez sólo nublada) por las magistrales palabras del insigne arabista y poeta.
Desde tan regio enclave de la Historia entallaban el marfil de Góngora, las irisadas plumas de lujosos abanicos hispano-árabes, que D. Emilio había pretendido desempolvar en la inmensa biblioteca de El Cairo. Galante y respetuosamente ofrecidas a la publicación y recibidas con entusiasmo por el enclave poético del 27.

La tradición lírica de los poetas españoles de Al-Andalus, era una fuente soterrada donde irían a beber en adelante innumerables autores. Del oasis alejandrino volvía la cigüeña con polvillos de azogue en las alas y el pico avezado en almendrado devenir.    

El regalo que S.E. Ahmed Zéki Pacha le hizo, de fotografiar el manuscrito original de "El libro de las banderas de los campeones" de Ibn Saíd al-Magribi, donde estaban compilados los mejores poetas de Al-Ándalus, supuso para el joven arabista el inicio de una larga dedicación: traducir y versificar, tarea aún más ímproba, en un magnífico castellano, este singular legado. Como tantos otros que permanecen perdidos, o inestudiados, junto a las orillas del Nilo. Allá reposan desconocidos versos y hazañas de la poetisa Wallada, pretendido símbolo de mujer culta y libre, difícilmente rescatables por el ténebre fanatismo que oscurece el conocimiento y secuestra la tolerancia.  
Me está permitido hablaros de Wallada, la esquiva, que hizo bordar éstos sus versos en el hombro derecho: Estoy hecha, por Dios, para la gloria,/y camino, orgullosa, por mi propio camino.
En el izquierdo lucía: Doy poder a mi amante sobre mi mejilla/y mis besos ofrezco a quien los desea.
Ibn Zaydun dedicó sus poemas a Wallada, lágrimas cinceladas en  lapidario de  nostalgia. Su "Casida en Nun", aún hoy es recordada por adolescentes enamoradizos en el país del Nilo, que la recitan bajo el inmenso papiro de la luna. Versos de pérdida, de desamor, de una ciudad (Córdoba), de una época .Nostalgia sobre las ruinas de Al-Zahra. Escarcha sobre escarcha, así las entretelas acibaradas de la rosa blanca. 
La poesía andalusí, lujosa y sensual, traslada a nuestra tierra los metros y rimas de la poesía árabe clásica. Los poetas andaluces la copiaron nutriéndola de savia nueva. La imagen predominaba sobre el fondo. Los panegíricos, alabanzas al tutor, casi siempre aristócratas, cuando no reyes-poetas, eran causa común. Poesía amorosa, descriptiva de la naturaleza, báquica...
Algunos autores cordobeses encumbraron otros temas, poesía de  rígida estrofa clásica, a la manera del Iraq cuyo más fecundo ejemplo fue  Ibn Zaydun. Ibn Suhayd, el esteta, personaje digno de la atención de Visconti. Ibn Hazm el gran prosista, poeta y polemista, autor de El collar de la paloma". O el genuino Ibn Quzman que apartándose de estas tendencias foráneas occidentaliza sus versos epigonales en la lírica andalusí, preludio de la poesía medieval española. Quzman encontró en la moaxaja (zéjel) la adecuada expresión de su alma, sus composiciones eran ampliamente conocidas y cantadas en el Oriente islámico.

"Desde al-Zahra te recuerdo con pasión. El horizonte está claro y la tierra nos muestra su faz serena.
La brisa desmaya con el crepúsculo: parece que se apiada de mí y languidece, llena de ternura.
Los arriates me sonríen con sus aguas de plata, que parecen collares desprendidos de las gargantas.
Así fueron los días deliciosos que ya pasaron, cuando, aprovechando el sueño del Destino, fuimos ladrones de placer.
Hoy sólo me distraigo con las flores, imán de los ojos, en las que la escarcha juega vivaz, inclinando sus tallos:
Son como pupilas que, al ver mi insomnio, lloran por mí, y por eso el irisado llanto resbala por su cáliz.
En los oleados rosales brillan los rojos capullos, aumentando la luminosidad de la mañana.
Aromáticas bocanadas se transmiten el pomo del nenúfar, dormilón cuyas pupilas entreabrió el alba.
Todo excita el recuerdo de mi pasión por ti, que nunca abandona mi pecho, por mucha que sea su estrechura.
Si la unión contigo, por la que suspiro, se lograse, ese día sería el más noble entre todos.
¡No conceda Dios la calma al corazón que desista de recordarte y que no vuele a tu lado con las alas trémulas del deseo!
Si el céfiro, cuando sopla, consintiera en llevarme, depositaría a tus pies un doncel extenuado por la pena.
¡Oh mi más precioso joyel, el más sublime, el preferido de mi alma, cuando los amantes compran joyeles!
Pedirnos uno al otro deudas de puro amor era, en otros tiempos, la pradera feliz donde corríamos como libres corceles.
Pero ahora yo soy el único que puede jactarse de leal. Tú me dejaste, y yo me he quedado triste, amándote".
         Ibn Zaydun. Fragmentos de la " Qasida en Nun"

   La lista es muy numerosa y por supuesto no restringida a Córdoba, ciudad del deseo y la nostalgia, cantada desde la ausencia, paraíso perdido a causa de exilios y adversidades diversas .No podríamos olvidar a Mutamid, rey de Sevilla y tantos otros poetas del Ándalus que desde los reinos Taifas produjeron sus versos más granados y algunos de los mejores escritos en lengua árabe.
Tratamos de una poesía descriptiva que fluctúa parpadeando en imágenes-metáfora con gradación descendente: "el hombre se compara al animal, éste a la flor y la flor a la piedra", señala Massignon. El poema queda fosilizado, metafóricamente impoluto.
 La mirada pasea rítmica y reglada tras la mágica lente que insinúa una lamparita de aceite que espejease ensoñadora. 
Tomas generales: el jardín, la loriga del río... Primeros planos: el aladar, la mejilla, el rubí de unos labios, las perlas del vino o de una boca. La cintura de la amada se estima amplia como la duna y el delgado talle,  palmera  de  oasis.

"Llega a ti una visita de cuello de gacela,
bajo lo negro de su pelo aparece la luna,
sus ojos se han formado con el embrujo de Babel,
con su saliva sobrepasa al vino,
sus mejillas afrentan a las rosas
y sus dientes eclipsan a las perlas".
   De la poetisa de Granada, Hafsa. Trad.de Teresa Garulo.
                     


"Cuando he visto que la vida había vuelto la cabeza y he tenido la certeza de que la muerte, sin ninguna duda, me iba a atrapar, he deseado poder habitar, vestido con un manto rústico en la cima del pico más alto de una montaña donde sopla el viento de las cumbres, para recibir abundantemente, por el resto de mi vida, solo, el rocío que cae del cielo y beber el agua a pequeños sorbos en el cuenco de una escudilla.

Mis amigos, si alguien probó la muerte una vez, yo doy mi palabra de hombre sincero que la he probado cincuenta veces.

Se diría que, ahora que el momento ha llegado de partir, no he obtenido del mundo más que un instante tan breve como un relámpago.

¿Quién hará llegar de mi parte a Ibn Hazm, que ha sido para mí una mano (caritativa) en mis desgracias y mis molestias, (este mensaje)?:

"¡A ti la salud de Dios! Heme aquí a punto de dejarte; ¿no será para ti un viático suficiente saber que tu amigo se va?

"No te olvides de hacer mi elogio fúnebre cuando me hayas perdido, ni de recordar el tiempo de mi existencia y los méritos de mi carácter.

"Conmueve con este elogio, gracias a Dios, a todos nuestros colegas ardientes y hermosos cuando me entierren.

"Tal vez mi cabeza, en la tumba, escuche parte del diálogo por los estribillos de un cantor o por la música de un viajero nocturno.

"Sentiré, con esa vocación de mi recuerdo tras la muerte, una dulce alegría: no me la rehuséis considerándola una distracción indigna de un ser que ha desaparecido.

"Espero que Dios me perdonará las faltas que he cometido contra Él, en consideración a los sentimientos reales que he sentido".

Ibn Suhayd. Trad. de Henri Pérès





Recompuso asimismo D. Emilio el cristalino rumor de yesería con el que Ibn Zamrak ornó el palacio de la Alhambra. O tradujo la nostalgia cordobesa de Ibn Hazm en la mejor obra en prosa de Al Andalus, "El collar de la paloma". Tratado sobre el amor en la Córdoba del siglo XI.
"Mi amigo Abu Bakr Muhammad ibn Ahmad ibn Ishaq _a quien se lo había referido una persona de fiar, cuyo nombre se me ha ido de la memoria, aunque creo que era el cadí Ibn al-Hadda _me contó lo siguiente: El poeta Yusuf ibn Harun, más conocido por al-Ramadi, pasaba junto a la Puerta de los Drogueros de Córdoba, que era el sitio de reunión de las mujeres, cuando vio una muchacha. Dejó entonces el camino de la Mezquita y se puso a seguirla: ella tiró hacia el Puente y lo cruzó camino del lugar que llaman el Arrabal. Al pasar entre los jardines de los Banu Marwan (¡Dios los haya perdonado!), trazados sobre sus tumbas, en el cementerio del Arrabal, al otro lado del río, vio la muchacha que él se apartaba de las gentes, sin otro intento que seguirla, y entonces se dirigió a él y le preguntó:


¿Qué quieres, que vienes tras de mí?  Él le pondero el gran tormento que por ella sentía. Déjate de esas cosas, le dijo, y no busques la perdición. No puedes lograr tu intento ni hay modo de conseguir lo que quieres.  Me contento con mirarte, dijo él, y ella atajó: Eso si puedes hacerlo. Entonces el volvió a preguntarle: ¡Oh señora mía! ¿Eres libre o esclava? Esclava. ¿Cómo te llamas? Jalwa.  ¿Quién es tu amo?  Por Dios, antes sabrías lo que hay en el séptimo cielo que eso que me preguntas. ¡Déjate de imposibles! ¡Oh señora mía! ¿Dónde volveré a verte? Donde hoy me has visto, y a la misma hora, todos los viernes. Y añadió: Y ahora, ¿te vas tú primero o me voy yo. Vete tú primero, con la guarda de Dios.

 Partió ella camino del Puente y él no pudo seguirla, porque a cada paso se volvía para ver si iba tras ella o no. Cuando hubo traspasado la puerta del Puente, corrió en pos de ella, pero ya no pudo encontrar su rastro.



Dijo Abu Umar, que es el propio Yusuf ibn Harun: ¡Por Dios! Desde aquel instante hasta ahora no me separo de la Puerta de los Drogueros ni del Arrabal, sin que haya vuelto a tener noticias suyas y sin saber si es que la sorbió el cielo o si se la tragó la tierra. Pero por ella mi corazón está más ardiente que un ascua.

Esta Jalwa es la misma que canta en sus poesías. Luego de ocurrir esto y del viaje que por su causa hizo a Zaragoza, consiguió tener noticias suyas; pero es una historia muy larga.

                       Fragmento de "El collar de la paloma" Ibn Hazm.  
Trad. de Emilio García Gómez



Conjuntaba D .Emilio erudición y talento versificador. Atrevimiento y dominio de nuestro idioma. Los mejores frutos nacieron del encuentro del arabista con el alma trovadoresca y libertaria de Ibn Quzman. Tabernarios versos, a veces dulces como los ojos de Laleima. Jugosos, frescos, diáfanos, templados con miel silvestre, otras levemente la pluma teñida de coloquíntida. Alfóncigos de deleitosa pulpa, briznas de plata sobre el laúd del elegante cordobés muerto en su ciudad en 1160, una especie de Oscar Wilde en la alcaicería.

    A Laleima

Ahora te amo a ti, estrellita,
Laleima.
Quien te quiere y por ti muere?
Si me muero culpa es tuya.
De poder abandonarte, no rimaría esta estrofilla.
¡Yo estoy, matre, tan xilbato,
tan hazino, tan penato!
¿Ves lo largo que es el día?
Cato sólo un bocadito.
Digo a todos:"Dios es grande!
Ya no puedo más con ella.
Si a la Aljama Verde corro,
vase al Pozo del Chopillo.
¡Ay la flor de las tertulias,
lista tanto como guapa!
¡No mizcales, sí chinitas,
de volverte leprosilla!
Desatinan tus galanes.
De Babel la magia juntas.
¡Cuánta sal derramas siempre
que hablas una palabrita!
Los pechitos cual manzanas,
carrillitos como harina,
dientecitos como aljófar
y de azúcar la boquita.
Si el ayuno nos vedases,
Renegad si nos dijeras,
hoy la puerta de la Aljama
cerraría una soguilla.
Dulce más que el alfeñique,
tú señor eres, yo esclavo.
¡Mi señor, sí! A quien lo niegue,
le daré un pescozoncito.
¿Y hasta cuándo más celillos?
¡De los dos haga, en vacía
casa, Dios un hacecillo!
               Ibn Quzman


Quizás algunos de los poetas subrayados aquí sean la excepción matizada a la norma clásica: Ibn Suhayd, Ibn Hazm... Los dos amigos formaban parte de esa juventud aristocrática, culta y elegante, que emprendió el estudio y la asimilación de las reglas clásicas, para una vez aprendidas olvidarlas. Y crear así una escuela andaluza independiente como correspondía al califato cordobés, pero la ruina de éste debido a las luchas internas, truncó sus vidas, arrojándolos al exilio y la nostalgia. Ibn Suhayd, estoico ante la muerte, en uno de sus poemas describió un viaje a los infiernos, precursor de la Divina Comedia de Dante Alighieri.
Ibn Quzman fue el epígono genial de la poesía andalusí. Único, espontáneo, jugaba al desmarque en sus zéjeles compuestos en una miscelánea de árabe culto y de la lengua romanceada o mozárabe hablada por los andaluces en estos siglos.

                                                                                    Julio,1995.

                                    
Bibliografía:
"Diwan de las poetisas de al-Ándalus" Garulo Teresa. Edit. Hiperion 1986.
"Poemas arábigoandaluces" García Gómez, Emilio.COl.Austral.1980.
"El collar de la paloma". García Gómez, Emilio. Alianza editorial.1983.
"El mejor Ben Quzman en 40 zéjeles" García Gómez Emilio. Alianza Tres.1988.
"El libro de las banderas de los campeones de
"Esplendor de al-Ándalus". Pérès Henri. Ediciones Hiperion.1983.
"La sexualidad en la España Musulmana". Castro Arjona Antonio. Serv. Public. Universidad de Córdoba.1985.
"Poesías. Ibn Zaydun". Sobh Mahmud. Inst.Hispano-Arabe de Cultura.1985.
"Ajimez" Hagerty, Miguel J. Biblioteca de Cultura Andaluza.1985.
"La mujer en al-Ándalus" Univ. Autónoma Madrid.1989.
"De un diwan. Ibn Suhayd. Mariano Roldán. Cuadernos de Ulía .Jorge Huertas, editor. Fernán Núñez.1994.