martes, 7 de febrero de 2017

Turista del interior



Vista del Patio de los Naranjos. (foto JLP)



Respiras sentado hasta acompasar la espalda a una milenaria columna del patio.  Acoplado al fuste, eres un adorno pasajero del entorno. Aquel que mira desde el fondo,  
treinta y cinco años después. Soñador a mediados de los años setenta cuando este país comenzaba a latir. La vida en vísperas ya sabía del dolor  y la breve inquietud de no saber aún los pasos de tu destino.
Vuelves herido por el tiempo, los ojos romos por la lentitud del aire. Algo menos azules de pintar oasis, rellenar con ovas los perfiles de extasiados pavones, équidos al trote, liebres con araka, gacelas fecundas y  regios leones. Navegar con esmaltes ríos del paraíso, dinamizando cúpricas letras en cartelas como neones de cerámica, incesantes. O reverdecer flores de loto con eremíticas, espinosas hojas de acanto.
Estos naranjos son los mismos con los que embelesaba la mirada de mi juventud, a pesar de los treinta años congelados en la retina. El agua de las fuentes es la linfa de tu memoria.

                                                                                                          Patio de Los Naranjos, 2013

Paloma en la fuente. Cuesta del Bailío
( de "Paseos por la Córdoba eterna")
 Foto JLP