jueves, 29 de mayo de 2014

Diario de a bordo. Fin de singladura


Diario de a bordo. Fin de singladura.

Al final de la singladura, el abordado es uno mismo, no en alta mar sino a orillas del gran río de agua dulce. Inesperado, feliz acompañamiento. Acabando rendido en las trampas del amor y en la comunicación fallida. Ahora lo entiendo, en las interpretaciones sesgadas de antiguos y nuevos poemas, lanzados por la borda, depositados en botellas con pergaminos imaginarios para otras playas soñadas. A modo de antología personal de instantes sobre el mar.
Rumbos divergentes. La poesía es sólo poesía y cada uno la interpreta como desee interpretarla, o como pueda.
En los tatuajes del alma, el silencio es la tinta. Los navegantes solitarios siempre encuentran su rumbo. Recala este barco en un astillero llamado naufragio.
Recuerdo del viaje era el propio viaje.
A pesar de todo, la amistad es lo que queda.


"Recuerdo del viaje era el propio viaje.
El pasajero mira el horizonte y se resfría.
Todas las astillas del naufragio en otros mares,
otras islas.
Naufragio también se llama el astillero".




                                                            

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