viernes, 9 de mayo de 2014

La Venus de la poesía (Julio Romero de Torres)


















Vino primero impura. La mantilla era atavismo, un atavismo bordado con adjetivos que dejaban entrever los pronombres. Turbios adverbios animados del deseo.
Vino primero pura, llegó y rasgó tu piel a besos. Era una pasión aliñada de libertad. Como si dejas caer las cartas sobre la mesa y éstas encienden la memoria de toda una tribu. Las infancias, crueles bajo el pálido encerado que embota los oídos o enciende los labios. Yo era otro en un desierto.
Su cuerpo ilumina tanto como nubla los sentidos. Levita en un lecho gris perla, granate y dorado. Es la alquimia carnal de la poesía. Granate de una rosa abierta en el granate mineral de una herida. De unos versos apenas intuidos. O una firmeza del pintor.
Recoge su tocado cordobés. En el arco de los brazos unos ojos invisibles; en el tacto de sus manos la provocación cincelada y sensual. Las rodillas sostienen el bordado misterio de su desnudez. Eros y Tanatos en la estanza dorada del claroscuro. Varias mujeres en un solo retrato.
Como una diosa levita en el lecho, la ingravidez es su frescura y su inocente desparpajo.
El poeta no existe, existe la poesía.




*Para el rostro de “Venus de la poesía” posó Raquel Meyer. El  poeta, de oscuro retratado, su marido.

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