sábado, 13 de diciembre de 2014

El río de la luna





Atribulado el caminante de aquellos que en vísperas tasaron este cielo tan azul,

 negaron con pan ácimo la lechada luminosa, esa que entallará el sol matutino.

 O si desde los amplios barandales de pino pisaban mosto negro bajo el río helado de la luna.

Asentaron al claror de agua, paja y cal donde habitasen: calor, sombra, abrigo.

Apilaban grano en silos tallados como úteros de arenisca.

Así el templado vientre de un dios guardaba el hambre.

El templo fuese colonizador de edades.

 Ribeteando la costa, se dispuso que un alto príncipe

ensortijado, erigiera estelas, apilara esencias, legislara en verso.


De "El río de la luna".