martes, 23 de septiembre de 2014

Un viaje a Túnez. (8 ceramistas y alfareros andaluces en el festival de Nabeul. Mayo, 2003).


                 
Ribat de Sousse. Del cuaderno de Túnez
Foto JLP



IMPRESIONES, REMEMBRANZAS, ANECDOTARIO DE UN VIAJE A TÚNEZ
                                                                                  
                                                                                    “Les fleurs de douceur de Tunisie
                                                                                      Sur la nuit, dans la lit, sans motif.”
                                                                                                                     J.L.Parra

Dicen que un viaje no se completó del todo, si luego no se ha contado.

Puedes no contarlo, o contarlo a medias. Tal vez emocionalmente, volver cambiado. Pero si se embalan los prejuicios, una aerolínea les distraerá el destino.
En el viaje a Túnez, la piel será lienzo. La mirada, espejo de la memoria. Gusto, olfato y oído, los invitados en una cata exótica y ancestral (et douce comme le sucre brun…)1. Como el té con yerbabuena, dulzón, pajarera y chicha en el viejo café de la medina en Nabeul.
Túnez, puerta del cielo, una puerta azul sedante como las de la vieja alfarería donde creciste a los recuerdos. El Mediterráneo ofrece ese  color intenso, cálido y sutileza.
A lo largo de la costa, como cálidos souvenirs, diminutas azoteas de cúpulas blancas.
En Sidi Bousaid, los jazmines enramillados se venden como helados de cuajo estelar, como pétalos de luna. Los venden hombres barbados, sin pudor.
Sidi Bousaid, pasean acuarelistas de azules dedos estampas como postales.
Sidi Bousaid , el turrón de avellanas, blando como chicle y regado con agua de azahar.
Si, al desandar las espinadas callejuelas de esta reliquia andalusí, extasiado tropiezas; el mar te acunará sereno y ronroneante.
El azul del mar penetra tanto que se diría un Mediterráneo encalado y añil por los vanos del aire, por las puertas de Sidi Bousaid. Por los ojos glaucos de Elisa asomando las ruinas de Cartago.
Desde las vitrinas del museo de Nabeul, las esfinges de Tanit, terracotas exhumadas en Neápolis, calaban hondo sus ojos de barro de natural tamaño. Parecían descifrarnos, altivas, desde sus casi tres mil años de existencia ritual. El ojo pintado en la boca, con pico vertedor, de una vasija púnica, nos remite al ave fénix, que los jarros en verde manganeso califal repetían desde Al- Ándalus. Mediterráneo abruma de olas, cálidos perfiles intactos, diseños son éstos milenarios, recurrentes mensajes de ida y vuelta.
En un adarve del Ribat de Sousse, recorriéndolo de común distraído, he sorprendido un instante a los amantes tunecinos, encaramados al amor, indolentes bajo alta y suave brisa de clandestina intimidad.
Modelaban sin saberlo la escultura viva del abrazo, besos y ternura, en almenado recodo del cenobio defensivo. Tierna escena en las almenas del restaurado fortín militar, hoy espacio neutral de los turistas.
La canción de Teresa era un traje rojo en el escenario del último café abierto del hotel Keops. Casablanca no es Nabeul, salvo por el lumpen que bebe, canta y baila a medianoche, cuando a Tito le gusta escuchar en directo el flamenco arábigo del país. Juan Tito, nuestro patriarca en Túnez, sabio y derviche de alba melena, enumeraba los chalecos adquiridos a lo largo de la medina. Paqui, su esposa, lo cuidaba a los postres con retranca, paciencia y esmero.
Ramón pidió al joven intérprete (practicante de día, músico y cantor de noche) algún tema de OUM KALSOM, como aquel no se enteraba al pronunciarlo, llegué a escribírselo medianamente. Y el organista se  iluminó con prestancia. Todo el café-bar se apagó extasiado con los primeros cantos, los tunecinos elevaron sonrisas como pétalos. Los españoles, emocionados  por el cantar meloso, no sabíamos mirarnos. La Callas de Oriente nos dolía un segundo, para acariciarnos después y atarnos al corazón un pañuelo carmesí. Los gintonic, semiclandestinos sobre el  mantel verdoso, serían confidentes del dolce arrebato. Una canción árabe en diez minutos puede resumir toda una vida de sensaciones y pensamientos.
Josela, capitana del grupo, nos defendía, traducía y jaleaba, toda espontaneidad (su agudeza verbal es exquisita), bonhomía y corazón.
Bernardo, puro estoicismo y serenidad, nos adentraba diplomático en las costumbres y prácticas del país. Antonio, el más alegre y popular del grupo, era requerido diariamente, al llegar la noche del hotel, para cantar canciones españolas. Lola compraba con tino y elegancia. Hizo acopio de una pequeña colección de cerámica beréber. Una noche descifraba el eterno misterio egipciaco de las pirámides. Rafael, al principio distante, pronto se integró al té con piñones y la chicha. Mª Dolores, acompañó y presidió con talante, talento y cordialidad este grupo de alfareros y ceramistas en misión comercial a Túnez. Aparte de los contactos comerciales realizados, y la enorme y desmedida acogida  que nos ofrecieron, ya es proverbial el alborozo con que compraban los alfareros y ceramistas andaluces en el pequeño país de Cartago. Tito y Paqui se trajeron en una bolsa de plástico, en el avión, un caballo beréber de barro tierno, modelado por una mujer misteriosa, joven morena de ojos atizonados y tímida mirada, que dilapidaba, con manos de cristal y jenna, imaginación y destreza.


 En las ruinas de Cartago.




1.Hamad Belhadj. Roses et rosages”.


Rev. Con Buenas Manos Nº 2.(2003)  FADA (Federación de Artesanos de Andalucía)



miércoles, 10 de septiembre de 2014

Córdoba no era






Por azules cráteres de Esmirna

la juventud sobrevolaba.

El deseo fuese nunca más

unas latas de celuloide.

Sobre afiches desvaídos,

de bermellón y luna,

labios encarnados de Afrodita.
      
                         (En Córdoba, mis últimos años setenta,  primeros años ochenta)


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miércoles, 3 de septiembre de 2014

REEDICIÓN EXPOSICIÓN MUESTRA DE CERÁMICA ALEMANA 50/60





 Steuler, 1954


                                                  
Agosto 2015 



Exposición Muestra 50/60 de Cerámica Alemana
en Alfar Wallada

UNA MUESTRA EXTRAORDINARIA DE LA PRODUCCIÓN ALEMANA DESDE LOS AÑOS 1950- 1965.

Mas de 70 piezas se exponen en un diálogo enriquecedor junto a la obra de cerámica califal y andalusí de Alfar Wallada, como muestra de la donación efectuada por los doctores orientalistas al ceramista José Luis Parra Jurado en 2011.

CERÁMICA Y VIDRIO ALEMANES, de los AÑOS 50 y 60.

DONACIÓN ANNETTE HAGEDORN Y JENS KRÖGER, BERLÍN


Deutsche Keramik und Glas der 50er und 60er Jahre

Schenkung Annette Hagedorn und Jens Kröger, Berlín


Este considerable número de piezas de cerámica elegidas con carácter científico y coleccionadas por la gran historiadora y escritora, experta en arte islámico, Dra. Annette Hagedorn


Abierta desde el dia 1 de Agosto 2015

Lunes a Sábado 11,00 a 14,00 horas


Para otro horario o grupos consultar antes.