jueves, 3 de julio de 2014

Arcos de la Frontera




Arcos de la Frontera
                                                                (Paisaje rilkeano)


El durmiente sobre la peña.
En tules de índigo corona
la  herida extensión de Tiempo.
La tarde espejea dorando luz.
Los pies en la verde ensoñación
donde a menudo alzan tibias  palomas de humedad.
Apenas duerme, intima y serena, pétrea belleza
en ascensión equilibrada.
Recta y emplazada prestancia de Santa María*.
Ojivales dunas de arenisca, calles o puentes de salumbre.
Museo con vida, tangible y oloroso.
Altos zaguanes de escaleras rendidas
En pura ascensional irredenta.
Mística ebriedad de una estilizada arquitectura
elevada a golpes de cincel,
templada a fuego en  los pinceles del Greco.
Sucesivos intentos para un vuelo de piedra.
Una brisa suave y salobre
reposa en los enrejados, solemne.
Trascienden arcos irisados, de vidriera,
artesonados, celosías.
Es una mística del sueño,  recoleta, encalada y florida
donde contrajo alas de urdimbre, ritmos de bruma y luz,
el deseo cenital de los hombres.

                                                           Arcos de  la Frontera, 1991





*Iglesia de Santa María. Arcos de la Frontera.




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