domingo, 14 de julio de 2013

Los inicios del Yo



(Córdoba. La Rambla, poco antes del primer viaje a la luna)

   Aquel niño raro, tímido y nervioso, recorre la C/ Fernán Gómez (de Carreteros a Empedrada y viceversa) como la diaria travesía que se convertiría en un puente de la infancia a la juventud y de la juventud a la madurez.  La curiosidad latente en la mirada bajo unas gafas de pasta que ocultaban, cegados por la luz del verano,  aquellos ojos azules que acababan de alunizar. Ojos embelesados, engullidos de diario  por el gris emulsionado de la "gloriosa" televisión franquista.
   Aquel niño rubio, menudo e hiperactivo ve el mundo desde sus lentes. Devoto del  Capitán Trueno y  El  Jabato,  poco a poco trasmigrará su aventura moral al Oeste honesto de Karl May.


Resultado de imagen de Karl May
Old Shatterland y Winnetou



  Un niño enclenque con miedo al futuro y autocompasión de superhéroe en las alcobas modernistas de Empedrada, 18. Explorador intrépido del vasto territorio solitario de cámaras, oficios,  patios, muladar y hornos “morunos” en  la vetusta alfarería del abuelo Leonardo. Las manos  de Leonardo, amarillas por el sempiterno Ducados. Y las piernas enfundadas en la silla de ruedas que el infante, distraído, empujaba con la recién adquirida importancia de utilidad y servicio.

  Tantas tardes solitarias en el salvaje e ignoto país del “patio de la alfarería”, que cubría  dando la vuelta a tres calles. La luminosa, transitada y popular (de los) Carreteros desde su número 5. La incipiente Cruz Verde (camino despoblado, de árboles frondosos, con sus paredones cortados al frente). Donde un enorme huerto era venturoso territorio de juego y eras. A la derecha una, camino abajo, lucia trillada con su calva amarilla. Desembocaba en La Redonda. Y la invisible Calle (de los) Rabadanes de esquina en su tramo mordido por la de los antiguos artesanos hacedores de carros y carretas...


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