lunes, 2 de diciembre de 2013

La danza del botijo

                                            

                                    

Curó el botijo la pereza dañada junto a los lienzos. Rodó el clavel de una mirada, la fuente de vidrio con miel y hojaldres. El alfarero hablaba de aquel hijo contenido y continente. Ella(1) abrió alas de luciérnaga, amaranto en la voz.
Delgada y transparente desbordaba ternura. Sobre el alero de chapa discurseaba temprana. Intuyó la melodía, sonrió junto a la libreta encendida. Afrodita en jarras aguardaba el destello en las pupilas. Aupó el botijo, besó la húmeda arcilla, paseó la curva fresca por el torso, el pezón sobre la áspera boca, morada luna inflamada. Los muslos rozaban el enhiesto sabor del barro. En esto, el hombre delgado, alzándola en volandas la sentó en la rueda de madera. Tasó  sus cabellos, la besó en la nuca y girando lento con el pie comenzó a tornearla.
Por el dintel, las golondrinas picotearon el cable de luz con vetusta tela trenzado.

                                                           

                                                                                 Boceto de " El ojo del cíclope"


(1) Nubia.

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