lunes, 6 de febrero de 2012

Pepe Castro, estilo y señorío en la Plaza del Potro

Plaza del Potro

Parecía haberse escapado de las pupilas de Julio Romero para establecerse en la misma Plaza del Potro que vio nacer al pintor cordobés. Y tanto interiorizó su puesto de trabajo que los turistas, a menudo le hacían fotos, relegando la misma Fuente del Potrillo a pintoresco decorado.

Este era un señor del Potro, fino y moreno, de augusto perfil. A menudo el traje acompasaba una feliz sonrisa, o un inesperado gesto de alerta cuando el sol de mayo, y a los salteados turistas había que cazarlos al vuelo con un lazo de distinción. Pepe Castro aguantaba en su sitio, a pie de tienda, sucesivos decenios, impertérrito, defendiendo esa genuina pose cordobesa, mezcla de tradición, estilo y señorío.

Julio Romero, de haber vivido la Córdoba post-industrial y moderna, lo habría retratado a pie de fuente, entre sus regalos de cerámica, forja y postales. Buen conversador, dejaba esa sosegada locuacidad, fruto maduro del ingenio popular cordobés, en un elevado listón.


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