domingo, 22 de enero de 2012

Bajo las ramas de un atardecer eléctrico




El invierno deja verdes y abrumados corazones como pájaros albinos. El invierno tiene la barba blanca y la espalda turbia de ambarinos celajes. Tunicela sobre mares color turquesa. Galgos con estola de espino. Una liebre abrigada en el terruño inicia el suicido de los acentos. Huecos de olivo alimentarán el raso, ceniza de los sueños. Esa escarcha de sangre que acrisolan tórtolas irisadas, zaheridas de impaciencia. Sostienen olivos centenarios pirámides eléctricas. Los últimos cazadores han acotado un cielo tan azul con vencejos de cuero, gavillas, cera y papel de estraza.




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