martes, 29 de diciembre de 2009

Llueve sobre la arena




Diciembre se desplomó en lluvia. Por enero, la tierra desbordada. Continuaba el agua incesante. El pulso, ayer paloma, apenas latido, hoy torrente. Antiguos cauces olvidados, lenguas torrenciales, bravíos arroyos, ríos, desgarraban la campiña exhausta, rendida a este brío que la desmoronaba como azucarillo en violáceos paladares de tormenta. Día a día, noche a noche desaparecieron tramos de carretera, casas sumidas por grietas del terreno, pueblos inundados que habían sufrido decenios de sequía. Algunos trenes recorrían distancias inciertas con raíles en el aire. Tumbas imperiales afloraron sus médulas de barro. De repente el agua descubrió un puente romano que acariciaba con sangre de arqueólogo el arroyo milenario.
El agua brotaba de la arena. El paisaje tornó de un verde intenso sobre los cauces líquidos, de olivos como encinas salvajes enguantadas de verdina, como las tejas, como la cal, como los ojos lícuos del espejo entre nieblas de azogue, como el sueño a la deriva.


Del libro "Campiña de Luz"


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