La tarde es un delicado cristal. Canta el gallo y aletea la paloma. Saeta negra, sin rumbo ni pena, planea la última golondrina de abril.
El gallo bravo empeña su ronca letanía, salmódica y
febril. Alguien martillea cercana madera. Al fondo un sanedrín de gorriones
sabios coteja su porción de albor y cielo.
Una nueva paloma otea desde su puesto de alado centinela
el quebrado paisaje de rojos tejados de cemento. Y aún otros de viejas tejas de
barro con sarpullido de líquenes y arborear de jaramagos.
Crestea y luce
la sierra acariciada de nubes quietas y blancas. La buhardilla recibe la tarde
y bebe la luz y los aires del Sureste.
Montilla, vinosa
y campestre, sobre los tejados pace vides, dioses y caldos. Su castillo a lo
lejos es grandioso tejado cercado de antiguas murallas. Una cohorte de trémulas
vides y olivos palidece entre pardas colinas. Sobre la sierra incipiente,
puntos blancos diseminados, se abren casitas y lagares de melancólica obra.
Cerro Gordo es
primer peldaño de esta sierra cercana y lejana a la vez. Escribo desde la
quietud y el silencio ribeteado de aves que desgranan tiempo y corto vuelo.
La paloma ha
bajado al limonar cargado de bombillas fluorescentes. Hojas metálicas, ramas
bullentes saludan su parada.
El gato de lomo
blanco, negra boina y rabo negro recorre el pimpollo de tejas de la tapia.
Dueño de sí, lento y seguro camina entre las hojas ásperas y excelsas de la
higuera.
¿Deja el gallo llano que alboroten su territorio para así
luego apaciguar su cresta?
Una tímida brisa
recuerda y recala en mis mejillas.
Por el aire
lento de la tarde clara, con su chapotear de alas, otra paloma asciende a
mi tejado.
Al alimón mi mano picotea, cursiva, negro sobre blanco,
dejando que gacelas habiten mi corazón cansado.
Otra versión de Tarde de Abril (Del libro "Campiña de Luz")
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