Uno recuerda la feria de la infancia en Limosa: barcas surcando el azul en un vaivén de vértigo que dejaba estelas de polvo en el Llano de las Casas Nuevas. Los carruseles de la emotividad y del mareo. Tirar bizqueando con escopeta de plomillos y acertar el palillo de la suerte. El oscuro telón con rendijas de la carpa del Teatro Chino (Manolita Chen) y su misterio. Las nebulosas de algodón, caramelos y altramuces. Luego el tren de cercanías al embrujo y la risa. Una tómbola ambulante que desearían para sí unos grandes almacenes, márketing y electoralismo vendrían después.
En el Paseo de arriba, la verbena de los bailongos. Las gambas peladas con Mirinda. Los caballos de cartón, adornados con revólver de plástico y sombrero. Y la Fuente Nueva, principio y final del pueblo.
La feria era el salto a la libertad. Todo era diáfano
aquellos días azules y este sol de la infancia*.
*A. Machado: "estos días azules y este sol de la infancia", último poema hallado en un bolsillo del poeta en Colliure.